Nuestra coach, Alicia Gómez, nos habla de las crerencias limitantes, de cómo podemos hacernos conscientes de ellas y cómo gestionarlas para que sean aliadas y no enemigas.

¿Qué son las creencias limitantes? ¿De dónde proceden?

La Real Academia Española define una creencia como algo, ya puede ser una idea, un pensamiento o un hecho, que se asume como verdadero o cierto. En el coaching una creencia es cualquier cosa (a través de una experiencia, suceso, situación, hecho, o comentarios que hemos escuchado) que una persona considera cierta, tanto si está fundamentada como si no, ya que no solemos ponerlas en tela de juicio. Se aceptan así formando parte de nuestras convicciones y valores, condicionando cómo nos posicionamos en la vida. 

Los seres humanos tenemos creencias para todo. La neurociencia ha demostrado que de 0 a 7 u 8 años las creencias son heredadas inconscientemente a través de nuestras figuras de referencia principales (“no hay que molestar”), de las tradiciones familiares (“los domingos toda la familia come junta”), del entorno y cultura social (“el Viernes Santo no se come carne”), de la televisión (“el bien y el mal” de los dibujos animados), de los dichos populares (“las cosas de palacio van despacio”, o “a quien madruga Dios le ayuda”).

Estas creencias pasan a pertenecer al sentido común asumiéndolas como propias. Su función es crear nuestro sentido de la realidad y de cómo son las cosas, pudiendo limitar nuestra vida presente en nuestra capacidad, posibilidad o merecimiento.

Según vamos creciendo, las creencias que hemos heredado se olvidan, ya que las hemos dado por verdaderas en la mente subconsciente y las hemos integrado, llegando a dirigir nuestra vida en un 95%.  A medida que nos desarrollamos vamos adquiriendo y aprendiendo creencias nuevas. Por ejemplo, “soy un buen líder y, por lo tanto, tengo la creencia de que un buen líder no manda”.

Durante los diferentes ciclos vitales de nuestras vidas se van supliendo algunas creencias heredadas por otras aprendidas, estas últimas se trasladan al subconsciente mediante la repetición continua y la creación del hábito. Un ejemplo sería tener la creencia de que soy mal conductor y, a pesar de haber conducido muchos años sin ningún incidente, he incorporado en mi subconsciente esa creencia como verdad de tanto repetírmela, siendo limitante. Me produce ansiedad conducir, tengo tendencia a depender de otros para llevarme a los sitios, me genera miedo… Esto sucede porque al aceptar el hecho como real desde cómo observamos la realidad y cómo damos sentido a lo que observamos desde nuestros filtros. Estas nuevas creencias también pueden ser potenciadoras o limitantes porque sin querer volvemos a otorgarlas veracidad absoluta. Por eso, a veces nos puede resultar difícil reconocerlas porque lo que nos maneja son las creencias en el subconsciente cuando estamos en piloto automático, obstaculizando la toma de decisiones desde el consciente.

¿Cómo podemos hacernos conscientes de ellas?

Observar las creencias para cuestionarlas nos ayuda a traerlas al consciente para poder elegir lo que uno quiere creer hoy y desde ahí cuestionándolas, observarlas, desmontarlas y reemplazarlas por otras que nos abran posibilidades desde una elección consciente de “como son las cosas”. Las creencias, si lo pensamos desde el intelecto consciente, no son verdades en realidad y dependen de uno mismo porque el ser humano no es estático, está en constante cambio como observador.

Desde la PNL (programación neurolingüística) podemos utilizar la reformulación y sustituir el “yo creo” por “yo sospecho”, “yo intuyo” o “yo asumo”. Desde el coaching ontológico observamos la creencia en relación con la necesidad que cubre (en el pasado, presente o futuro) y desde qué tipo de observador fue construida (de niño o de adulto), desde ahí empezamos a crear nuevas posibilidades y creencias funcionales de merecimiento, posibilidad o capacidad más adecuadas a nuestro presente.

¿En qué ámbitos nos limitan laboral, personal, afectivo, económico…?

Una creencia puede ser limitadora en cualquier ámbito de nuestra vida, ya que, a través de ellas filtramos como observamos lo de fuera y actuamos influenciados por las creencias que sostenemos, por lo tanto, puede limitarnos tanto en las relaciones interpersonales (“no hay que hablar con extraños”), económicas (“a disfrutar que son dos días”), afectivas (“no tengo suerte en el amor”) o laborales (“no soy suficiente, no valgo, ya verás como sale mal”)

Cuando las tenemos identificadas ¿Cómo podemos cambiar una creencia que nos ha acompañado desde niños?

Lo más importante es identificarla y luego observarla mediante la indagación:  si la consideramos limitante o potenciadora, en qué ámbito limita y en qué ámbito potencia, es siempre verdad o cuando no, qué necesidad sostuvo y que necesidad sostiene ahora… para luego soltarla y reemplazarla por otras.

¿Cómo podemos evitar transmitir creencias limitantes a nuestros hijos?

No existe un libro de instrucciones para cada niño en particular, ya que, todos somos únicos, al igual que las familias, el entorno y la época en la que se nace. Como padres hacemos lo que podemos con la mejor intención y con las herramientas internas que tenemos. Lo que sí que podemos hacer es trabajarnos nosotros, consultar libros de parentalidad positiva, por ejemplo. Los niños aprenden por imitación: si uno cambia, todo alrededor cambia…

¿Cree que la educación consciente evitará que criemos a niños con creencias limitantes o son inevitables?

Las creencias pasan a ser limitantes cuando se hacen conscientes y se hacen conscientes cuando ya no cubren una necesidad de ahora. Una creencia heredada de pequeños podría no ser limitante en ese momento y buenamente haber cubierto una necesidad entonces. Nada es siempre blanco o negro. Lo que la educación consciente puede aportar es la manera en que inculcamos esas creencias, que en realidad forman nuestro sistema de valores, a través de una comunicación no violenta ya que las creencias que más se anclan a la personalidad son las creencias sobre uno mismo: No es lo mismo decir a un niño que uno es un desastre a decirle que su habitación está desordenada.