Pregúntale a cualquiera que prefiera hacer las cosas en el último minuto:  ¿Alguna vez has sentido una punzada en la frente o detrás de los ojos cuando estás muy abrumado?  Eso es el estrés en acción.

Todos hemos sentido en algún momento estrés y es fácil que esa fatiga mental se transfome en dolencias físicas de diferente índole e intensidad. En momentos de gran angustia, el cortisol, nuestra principal hormona del estrés, se convierte en el primer aliado del cuerpo, preparándonos para una respuesta de lucha o huida ante la situación. En cambio la adrenalina, otra hormona activada por el estrés, provoca un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la tensión muscular y una hiperconcentración en el objeto en cuestión. 

Cuando tenemos niveles altos de cortisol y de adrenalina podemos experimentar:

  • Aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. 
  • Alteraciones del sistema digestivo con síntomas como el dolor, los vómitos o la redución del transito intestinal.
  • Aumento de la concentración de azúcar en la sangre y, por tanto, aumento de la probabilidad de sufrir enfermedades como la diabetes.
  • Hiperventilación.
  • Dermatitis con síntomas como la sequedad de la piel, eczemas, acné o caída del cabello.

¿Qué está en nuestra mano para evitar estos episodios en los que el estrés nos supera:

  1.  Tomar un tiempo para respirar profundamente: intenta no permitir que la ansiedad se apodere de ti, respira y ponte en tu momento zen.
  1. Hacer ejercicio, o alguna actividad física: el ejercicio crea endorfinas, que son hormonas que te hacen sentir mejor y más feliz.
  1. Hablar con alguien de confianza: descarga tus preocupaciones y dialoga acerca de tus problemas.

La próxima vez que sientas que el estrés te está afectando, recuerda tienes sesiones de psicología que te pueden ayudar a afrontar y gestionar cualquier situación que pueda estar superándote.

 ¡Así que toma un respiro, relájate y cuida de ti mismo! Tu cuerpo te lo agradecerá.